Parece que fue hace mucho, pero fue
solo hace dos años, aquel día tenía que subir a Madrid para resolver un pequeño
asunto personal en el aeropuerto. Así que me puse en camino, un paseo desde mi
casa por la calle capitán y luego hasta el palacio, desde allí en tren hasta
Nuevos Ministerios y el resto del viaje en metro hasta la T4.
No conseguí
resolver aquel asunto, pero no me iba a suponer tampoco demasiados problemas.
Ahora era el momento de volver para Aranjuez, pero sabía que era día de
manifestación. Otra vez los
chicos del anti-Bolonia habían convocado una protesta para criticar los planes
de la UE y al parecer se habían unido algunas plataformas más, aunque no tenía
ni idea de cuáles.
¿Por qué no parar en Sol un segundo y ver cómo están los ánimos? Después de todo son las seis de la tarde y la cabecera debe de estar llegando.
Al subir las
escaleras mecánicas de la cúpula de cristal de la boca del metro, todo parecía
normal, solo el sonido y los golpes de viento normales provocados por las
entradas y salidas de aire tan abruptas entre la calle y las entrañas de la
ciudad de Madrid. Pero al poner un pie en la calle, algo cambió, la plaza
estaba llena de caras que dibujaban prisas serenas, una mezcla de encantos muy habitual
cuando la multitud busca su sitio en medio de un día de lluvia, pero hoy no era
el caso. Entonces lo oí
Desde la
calle Alcalá nacía el mayor rugido de una masa humana que jamás había escuchado,
tambores, gritos, consignas, todos los sonidos se unían en un bramar conjunto. Cuando
aún faltaba por llegar gran parte de esa marea de alientos se descolgó una gran
pancarta debajo del anuncio del Tio Pepe.
Allí se podía leer:
“No es una crisis,
es una estafa, caminemos juntos hacia el amarillo”.
Cuando aún
estaba intentando descifrar aquel mensaje, sobre todo la última parte,
aparecieron varias personas sobre un remolque que hacía las veces de estrado.
Miembros de la PAH (Plataforma de afectados por las hipotecas), plataformas de
apoyo a desempleados (es importante recordar que aún no se habían alcanzado los
cinco millones de parados y ya vamos por seis), y también representantes de
colectivos estudiantiles.
“No pertenecemos a ninguna
organización, no pertenecemos a ningún partido, somos per-so-nas”
Eso fue
todo, un grupo de personas con la modesta intención de cambiar el mundo,
reunidas en una soleada tarde en el centro de Madrid.